Cómo comportarse en un viaje en autobús

Reproducimos un artículo publicado el 10 de junio y que con un toque de humor recoge recomendaciones de cómo comportarse en un viaje largo en autobús.

http://www.traveler.es/viajes/mundo-traveler/articulos/como-comportarse-en-un-autobus/3986

CÓMO COMPORTARSE EN UN VIAJE EN AUTOBÚS

Texto: RAFAEL DE ROJAS

Un viaje largo en autobús es siempre rentable por lo que tiene de terapia de grupo. Estáis todos en el mismo barco, soportáis las mismas temperaturas extremas, se os corta la comedia romántica a la mitad a la vez, oís los mismos ronquidos o el mismo partido de fútbol a todo trapo y vuestros olfatos se insensibilizan al olor a tigre enjaulado al mismo tiempo. Los viajes más heroicos, los que atraviesan la Península de un punto cardinal a otro, hermanan más que una temporadita en el talego. Así que, cuando vagas alrededor del desolado paisaje postapocalíptico de un área de servicio en Las Hurdes ves a tus compañeros dar vueltas en círculo por el aparcamiento y cómo les entiendes.

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Se filosofa mucho en el autobús. Pascal probablemente bajaba de una diligencia cuando escribió aquello de que “la mayoría de los males que les vienen a los hombres les vienen por no quedarse tranquilos en casa”. Y la frase completa de Sartre en realidad era “el infierno son los otros que van contigo en el autobús Conil de La Frontera-Panjón un día normalito de calor de agosto”. Lo que pasa es que venía de hacer un viaje interprovincial en un coche de línea de la época y ya le daba un poco igual todo y la dejó a medias.

Estaciones de autobuses. Son un agujero en el espacio tiempo. Lo normal es que veas pasearse por allí a gente que viene del pasado, pero también los hay que aparecen desde otra línea temporal e incluso de una dimensión no tan paralela. Si alguna vez has pensado en comprarte una boina, antes de pasarte por la sombrerería date una vuelta por una estación de autobuses y mira cómo le quedan a las personas en vivo. Por su pare, los baños de estación son un agujero negro en el que toda sordidez tiene asiento. Trae las cosas hechas de casa. Y trae algo de suelto, porque siempre hay alguien que acaba de salir de la cárcel y ha perdido el autobús a Bilbao y necesita 50 céntimos. Están ahí todos los días, probablemente porque son empleados de la estación contratados para que te des cuenta de lo que te pasa si te trincan en un asalto con arma blanca y luego, para colmo de desgracias, pierdes el autobús a Bilbao.

Comprar el billete por internet. Funciona bastante bien, pero todavía les falta ofrecer una foto y un breve curriculum de quien será tu compañero de viaje durante unas 6 u 8 horas complicadas de tu vida. Sería una aplicación tipo red social o tipo rueda de reconocimiento en Comisaría.

Conductor. Los conductores de autobús son seres fabulosos que acompañan a la humanidad desde el principio de los tiempos. En la mitología clásica se les conocía por otros nombres como cancerbero, minotauro, cíclope o “el tipo que llegaba a la pantalla final del Tetris en los recreativos”.

Tuppers. Una olorosa costumbre que se está perdiendo desde que te avisan por megafonía de que no lo hagas. Yo lo recuperaría como atracción turística y catálogo de cocina tradicional para guiris. Si lo vas a hacer, hazlo bien y llévate un cocido.

Compañeros. En el azar que te adjudica un compañero es donde el viaje en autobús se vuelve un viaje interior, de descubrimiento. Te toca uno oloroso o expansivo o yonki con el mono y es cuando empiezas a hacerte la pregunta metafísica que ha marcado desde siempre la evolución humana: ¿por qué? O más bien ¿por qué a mí? También te puede tocar una compañera minifaldera con piercings que te invita a chicles y te quiere enseñar la ciudad y te haces las misma pregunta, pero ya con otro tono.

Contrastes térmicos. Los aires acondicionados del autobús vienen sólo con dos posiciones:“Polo Norte”, para el verano, y “Granja de pollos”, para el invierno.

Despedidas de soltera. Es una de las cosas más graciosas que te pueden pasar en un autobús. Bueno, no. Como no se les ocurre nada que hacerle a la futura novia dentro de un autobús, se apañan con chillidos prolongados y cánticos. A la altura de Benavente ya te haces una bolita en tu asiento y esperas a que todo pase, con estoicismo o delirium tremens, depende.

Ir a San Fermín. La etiqueta en el autobús de camino a San Fermín incluye siempre un Cumbres de Gredos compartido desde que arranca. El servicio adecuado es en tetra brik.

Paradas. The walking dead no tiene emoción ninguna para ti que has estado en tantas estaciones de servicio manchegas al anochecer.

Vueltas al mundo. Parar en los pueblos es la manera más tradicional de viajar. Lo hizo Ulises y no se quejó tanto.

Ligar. Puede pasar. Empieza suave, haz como que lees un libro. Arranca con un comentario casual, algo que demuestre que eres un hombre de mundo, como ofrecer en kilómetros con decimales lo que queda exactamente para llegar a Torredonjimeno. Muestra un interés contenido por sus actividades, que qué lee, que qué música oye, que si es de fresa ese chicle con el que hace las pompitas que te están taladrando los oídos. Trata de buscar intereses comunes y coincidencias “mira, tenemos el mismo número de brazos”. En realidad da igual lo que hagas, no tiene escapatoria y si le hablas todo el rato podría sobrevenirle el Síndrome de Estocolmo antes de que os bajéis. Podría pasar. Pregúntate que has hecho mal si a la altura de Cuenca coge el martillo de emergencias y se pone a golpear el cristal o tu cabeza.

Baño. Por algún motivo, porque está más abajo, quizás, el baño del autobús no tiene la misma estabilidad que los asientos y entre sus servicios oficiosos se incluye el centrifugado. Los tiradores de élite del ejército usan mucho los baños de autobús para entrenar.

La España rural. La parte bonita del viaje en autobús es que te toque al lado el señor con boina y puedas ir preguntándole por cuando iban a los pastos con el ganado y que qué hizo en la Guerra Civil. Probablemente no sepa de qué le estás hablando, pero la gente de los pueblos es muy amable y les gusta pegar la hebra y algo se inventará. La otra parte bonita es que pases por los pueblos y todo te parezca admirable y te den ganas de componer una égloga. Yo una vez vi un ciervo que le echó una carrera al autobús cerca de Burgo de Osma y ya me compensó para siempre lo de viajar en autobús.

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